Complicidad con la dictadura: La inaceptable postura de Colombia

Finalmente, y en contra de viento y marea, Nicolás Maduro se ha juramentado como presidente de Venezuela, consolidando un régimen dictatorial. Venezuela ha dejado de ser una democracia en crisis para convertirse en una dictadura plena, marcada por todos los rasgos característicos de este término: persecución política, control absoluto de las instituciones, anulación de la oposición política y la negación de elecciones libres y transparentes.

La posición del gobierno de Gustavo Petro frente al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela es inaceptable desde una perspectiva ética y democrática. En este contexto, mantener relaciones bilaterales con Venezuela lo convierte en un cómplice tácito de un régimen que ha destruido las bases democráticas y los derechos fundamentales en Venezuela. ¿Dónde está la coherencia de una izquierda que proclama defender la justicia y los derechos humanos?

Foto tomada de la fanpage Mario Vallejo

Contraste con la izquierda chilena: una postura moralmente coherente

Gabriel Boric ha demostrado que es posible liderar desde la izquierda con una postura clara y ética, rechazando los atropellos del régimen venezolano. El presidente de Chile ha sido categórico en sus recientes declaraciones al calificar a Venezuela como una dictadura. Con estas palabras, Boric ha reafirmado su postura de defensa de los derechos humanos y la democracia, dejando claro que no se puede ignorar el sufrimiento del pueblo venezolano ni justificar las acciones de un régimen autoritario bajo ninguna circunstancia.

¿Dónde queda la coherencia ideológica?

El discurso de la izquierda colombiana, que enarbola las banderas de la justicia social y la defensa de los derechos humanos, se ve profundamente debilitada cuando se evita denunciar abiertamente los atropellos de Maduro. Este silencio se convierte en un arma de doble filo: mina la legitimidad moral de sus críticas a los adversarios de derecha y genera descontento incluso entre sus bases más críticas y comprometidas con los valores democráticos.

¿Qué queda para los demócratas?

El apoyo tácito de gobiernos progresistas como el de Petro a la dictadura de Maduro es una advertencia sombría para la región. La izquierda colombiana debe reflexionar profundamente sobre sus principios y recordar que la lucha por la justicia social y los derechos humanos no puede ser selectiva ni subordinada a intereses políticos.

Gustavo Petro tiene aún la oportunidad de rectificar, condenar con firmeza la dictadura venezolana y alinear su discurso con los principios democráticos que prometió defender. Mantener relaciones bilaterales mientras se evita rechazar abiertamente los resultados electorales fraudulentos no es un acto de equilibrio diplomático, sino de complicidad. El silencio frente a una dictadura consolidada representan un abandono de los valores democráticos y un mensaje que erosiona la credibilidad moral de su gobierno.

Un llamado a la reflexión

Es urgente que la izquierda latinoamericana en su conjunto, incluyendo a líderes como Petro y Lula, reconozca que la defensa de los derechos humanos y la democracia no debe estar condicionada por afinidades ideológicas. La actitud de figuras como Gabriel Boric marca un ejemplo que debería ser emulado. La izquierda necesita unirse en torno a valores universales y no limitarse a defender regímenes por compartir una etiqueta ideológica.

El costo de ignorar las demandas de democracia y derechos humanos en Venezuela no será solo político, sino también moral. Petro tiene en sus manos la posibilidad de rectificar y demostrar que su gobierno no está dispuesto a sacrificar los principios democráticos en aras de una relación conveniente.

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Cristhian Guerrero

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